Monterrey

En un mundo donde las estrategias de marketing parecen dirigirse cada vez más a adultos jóvenes, a menudo se subestima el poder que los niños ejercen sobre las decisiones de compra familiares. Lejos de ser meros espectadores, se han convertido en actores clave en la economía doméstica, influyendo en una amplia gama de adquisiciones, desde los cereales del desayuno hasta el destino de las próximas vacaciones. Un estudio de la Universidad de Alicante reveló que los niños influyen entre 40% y el 60% de decisiones de compra familiares. Esta influencia no es casualidad.

Los niños están expuestos a una cantidad impresionante de información a través de diversos canales y la exposición temprana, los convierte en consumidores conscientes, con deseos y preferencias bien definidas que no dudan en comunicar a sus padres.

De acuerdo con un informe de Razorfish, los nacidos a partir del 2014, la generación Alfa, tienen sus propias opiniones sobre temas como la sostenibilidad, la alimentación o los automóviles y estas, orientan las compras de sus familias. Karla Robles, manager de planning en Cheil México, señala que “La generación Alfa no es una simple réplica en miniatura de la Gen Z.

Los Alfa cuentas con características propias y están aprendiendo a formar su propio criterio respecto a lo que les gusta y lo que no desde mucho antes, por eso, es tan importante entender sus tendencias de consumo y adaptar la publicidad que hacemos a ellos también”

Por otro lado, un estudio realizado por Kantarreveló que los niños influyen en aproximadamente el 40% de las decisiones de compra de alimentos y bebidas en los hogares a nivel global.  

Además, su influencia se extiende más allá de los productos de consumo inmediato, pues los niños tienen injerencia hasta en un tercio de las decisiones de compra de artículos de mayor valor, como electrónicos, muebles e incluso automóviles. Esta tendencia se consolida aún más en el sector del turismo, donde Booking.com afirma que el 65% de los padres considera activamente la opinión de sus hijos al planificar un viaje. 

Este dato subraya cómo los deseos y preferencias de los menores no se limitan a productos tangibles, sino que también moldean las experiencias familiares y las decisiones de gasto en servicios.

La capacidad de los niños para influir en una gama tan amplia de categorías de compra demuestra su creciente poder como consumidores indirectos, obligando a las marcas a adaptar sus estrategias para resonar no solo con los padres, sino también con la audiencia más joven y persuasiva del hogar.

La fuente de esta influencia es diversa. En primer lugar, la pester power o el poder del ruego, sigue siendo una táctica efectiva. Los niños, a través de la insistencia y la repetición, logran persuadir a sus padres para adquirir los productos que desean.

En segundo lugar, su conocimiento y familiaridad con las últimas tendencias y personajes populares los convierten en expertos a los ojos de sus padres, especialmente en categorías como juguetes, videojuegos y entretenimiento. Finalmente, el deseo de complacer a sus hijos y brindarles experiencias positivas también motiva a los padres a ceder ante sus peticiones.

El impacto de esta influencia infantil es significativo para las empresas. Las marcas que logran conectar con los niños y generar lealtad a una edad temprana tienen una ventaja competitiva a largo plazo.

Esto se traduce en estrategias de marketing que no solo se dirigen a los padres, sino que también buscan captar la atención y el interés de los más pequeños a través de personajes atractivos, formatos interactivos y mensajes sencillos y memorables. Sin embargo, esta realidad también plantea desafíos éticos: la exposición constante a publicidad y la presión consumista pueden tener efectos negativos en los niños, fomentando el materialismo y la insatisfacción.

Por ello es importante que los padres jueguen un papel activo en la educación de sus hijos sobre el consumo responsable y la diferencia entre necesidades y deseos.

En definitiva, la influencia infantil en las decisiones de compra familiar no es una tendencia pasajera, sino una realidad económica consolidada y en constante expansión.

Omitir este factor marca una visión limitada para las empresas, mientras que comprender y gestionar sus dinámicas, con la debida consideración ética, se presenta como un requisito fundamental para el presente y futuro del mercado. La voz, aunque pequeña, de los consumidores del mañana resuena hoy con una fuerza innegable en los presupuestos domésticos y las estrategias corporativas.

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